Las Gracias

Estaciono mi coche en el valet parking, me bajo y el encargado me abre la puerta, gracias joven. Le doy las llaves de mi coche y él me las intercambia por un boletito. Gracias.

Entro al restaurante donde me está esperando una señorita que me pregunta cuántos somos. Dos, gracias. Nos pide que la sigamos, nos indica una mesa y nos aclara que en un segundo llegará nuestro mesero, gracias. El mesero llega con los menús, gracias, nos pregunta qué vamos a querer de tomar: para mí una limonada…gracias. En un momentito les tomo la orden, dice, gracias, y se va. Escogemos nuestras respectivas comidas, regresa el mesero y nos toma la orden; yo voy a querer la ensalada y la arrachera…gracias. Recoge el menú de la mesa, enseguida se los traigo, gracias joven.

Minutos más tarde, regresa con una pequeña mesa que trae nuestra comida, nos pone el plato enfrente, cuidado que quema, sí, gracias. Terminamos de comer y regresa para preguntar si puede retirar el plato: sí, gracias. Le pedimos la cuenta y rápidamente coloca frente a nosotros una carpeta de piel negra, muchas gracias. Abrimos, revisamos que todo esté bien, dejamos nuestros billetes. El mesero recoge la carpeta: gracias. Dos segundos después nos la regresa con el cambio y dos caramelos, gracias.

Nos levantamos, tomamos nuestras pertenencias y nos aprestamos a salir. De salida, vemos a nuestro mesero o a la señorita que nos atendió en la entrada: ¡Hasta luego, gracias! No, ¡gracias a ustedes!

El Civismo

Cuando cursaba el primer año de secundaria había una clase obligatoria llamada Civismo. Durante la clase nos hacían leer la constitución. Creo que la profesora se confundió y nos enseñaba el primer significado de la palabra según la Real Academia de la Lengua: Celo por las instituciones e intereses de la patria.

Yo prefiero pensar que esa clase era para enseñarnos el segundo significado que da la RAE: Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.

Ya sé lo que todos están pensando: que México es un país altamente incivilizado. Y sí, creo que tienen razón. Aún recuerdo la vez que me desmayé en plena avenida bajándome del autobús y nadie se apresuró a tomarme el pulso o buscar mi identificación para notificar a mi familia. Seguir leyendo