Los Sonidos.

La Ciudad de México ofrece una extensa variedad de sonidos típicos de su urbe. No, déjenme corregirme: una infinita variedad de sonidos típicos. He elaborado una lista en la que se pueden identificar los sonidos que todo ciudadano ha escuchado repetidamente a lo largo de su estancia en esta gran mancha urbana:

  • Los ricos tamales oaxaqueños calientitos. Quién sabe de dónde vendrán y quién sabe también de quién será la voz más famosa de la ciudad. Un ejército de bicicleteros (no ciclistas) que portan una gran canasta con tamales y recorren la ciudad acompañados de su bocina que anuncia ri-cos tama-les oaxaque-ños calienti-tos.
  • El Gos. En México el gas para las casas se vende en tanques que un camión trae a tu casa puntualmente cada semana. Para evitarse la molestia de tocar el timbre de cada casa, los trabajadores gritan por la calle «EL GAAAAAAAS!». O al menos así debió de ser antiguamente, porque con el tiempo fue degenerándose a «ELLLGOOO-OOS!» y después a «OOOOOOOOO!». Todas las mañanas yo soy testigo auditivo de ese grito al que, con el tiempo, se le toma cariño.
  • Los vagoneros. Dícese de aquellas personas que venden objetos en cada uno de los vagones del metro. La mayor parte de ellas carga en la espalda una mochila a la que, al puritito estilo de científico loco, se le hizo una operación para incrustarle dos bocinas que gritan el sencillo musical que promueven. Casi todos los vagoneros tienen un ritmo particular de voz, que les permite alcanzar más volumen con la voz sin destruirse la garganta, y sus objetos casi siempre tienen el valor de 5 o 10 pesos. Entre sus frases celebres se encuentran: «En esta ocasión se va a llevar…», o bien: «la sana diversión de chicos y grandes».
  • El camotero. El terror de los pequeños. Un vendedor ambulante de camotes que empuja por toda la ciudad un arcaico pero funcional carro que cada determinado tiempo produce un tenebroso aullido/silbido y la expulsión de vapor de una de sus narices de metal. Los camotes son buenos y su presencia de verdad hace pensar en personajes macabros de cuentos de fantasía.
  • Las falsas explosiones de los camiones. Cuando llegué a esta ciudad, y en pleno clímax de mi paranoia, una de estas explosiones me mandaba bajo la cama. Un amigo me explicó que se deben a la mala calidad de la gasolina que usan los camiones, y que causa que «explote» antes de tiempo en el cilindro. Yo esto no lo entiendo muy bien, pero viviendo cerca de una avenida, cada dos o tres horas se escuchará el rugido del motor de un camión seguido por una explosión que a nadie asombra.
  • Fierro viejo que venda. Estos empezaron con la onda del reciclaje antes de que fuera cool. Personajes que arrastran una carreta llena de objetos usados y que gritan «fieeeeeeerroviejoqueveeeeeenda!». También son dignos del temor de cualquier persona.
  • Los aviones. En el barrio donde vivo los aviones pasan muy (pero muy) cerca. Al principio me despertaban en la noche, creándome el certero temor de que me cayeran en la cabeza. Por alguna razón, mantenerme despierta me hacía sentir que los estaba deteniendo con la mente. De igual modo, estando el aeropuerto dentro de la Ciudad de México, el tráfico de helicópteros y aviones sobre el espacio aéreo de la ciudad es continuo.
  • Hordas de vendedores ambulantes. En ciertas zonas, como los mercados más grandes del centro, uno puede sufrir de sobredosis auditiva al verse rodeada de gente que anuncia gritando sus productos. El «pásele-pásele» y el «que-le-gusta-qué-se-lleva» ya son clásicos.
  • El cilindrero. El objeto de melancolía más viejo de los mexicanos, que nos empeñamos en darles unas moneditas aunque la canción siempre sea la misma, esté terriblemente desafinada, y el máximo esfuerzo de la persona «tocándolo» es girar una manivela. No sé por qué, pero todos queremos salvar a los pobres cilindreros del olvido, lo que ocasiona que estén por todos lados pidiendo monedas con sus sombreros.
  • La música de los peseros. Ah, los peseros. Todos los odiamos, pero qué haríamos sin ellos. Una de mis actividades favoritas es, sin duda, subir a la parte de atrás del autobús y observar a la gente que me acompaña mientras escucho las notas favoritas del chofer. Antes la música favorita era la cumbia, pero ha sido reemplazada por la música electrónica.

Seguramente estoy olvidando muchos otros, pero me parece que esta lista es suficiente como para crearles una meta-experiencia sonora. Si, ésta es una ciudad ruidosa, pero a diferencia de lo que sucede con los olores, parece que los sonidos se mezclan con una extraña armonía que les da un bizarro sentido.

21 respuestas

  1. «Ya llegaron las fresas, ya llegaron las fresas» pasa un camión por mi casa cada semana vendiendo la fruta de temporada. Siempre me ha gustado el sentido de novedad y expectación que dan a sus frases. «¡YA están aquí las frambuesas!!, lleve las frambuesas!»

  2. …pero que me dicen de esas zonas residenciales al norte de la cuidad, donde no hay a donde ir más que en coche y que por no dejar, los fines de semana se escucha una voz estilo la de «los tamales», pero que dice… TORRRRRRRR-TILLAS!!! jejejejeje es lo máximo.

  3. Esta buenísimo, me hizo recordar los sonidos de mi ciudad. Podrías grabarlos un poco para que alguien haga musiquita con ellos, estoy segura que pegaría mucho.

    • Fijate que la otra vez vi un libro sobre eso, y cada página tenía un botón que, al apretarlo, reproducía el sonido. ¡Me encantó!

  4. Mi marido se ha subido una sola vez al metro -ya sabes que no somos del DF- y con esa vez tuvo para que se le quedara el «compresudiscocompactomp3…»
    Esto fue al menos hace 9 años!!

    • Claaaaaro, es clásico! Y puede ser divertido como molesto, dependiendo del tono de voz del vagonero y del volumen de sus bocinas!

  5. y las chiflas?

    el día que más mexicano me he sentido fue cuando andaba caminando cabeza abajao en la calle y un amigo me chifló del otro lado de la intersección y lo reconocí.

    • En Estados Unidos la gente no se chifla para llamarse?

      • no… o al menos no como aquí.

        tambien hasta existen frases compuestos que se chiflan aquí (el único que me viene a la mente es el «ch**ga tu madre», per ha de haber otros, no?)

      • hmmm pues seguro sí, pero no me viene ninguno a la mente ahorita. Si se me ocurre te aviso.

  6. Por que lo peseros dejan de escuchar las cumbias?. con lo divertido que es descubrir los nuevos exitos cumbiancheros en los viajes de regreso a casa. Yo una vez le pedi a uno de los vagoneros que bajara la musica un poco por que estaba muy fuerte, tonto de mi, solo gane que le subiera un poco al volumen y se quedara dos paradas mas a mi lado :(.

  7. vale falto el camioncito de las nieves….. o al menos en mty cuando era niña pasaba el camioncito que vendia nieves y paletas :)

  8. Y el claxon de Tarzan.

  9. Definitivamente te falto el «TA TA TA TA TAAAAAAAA!!!!!», yo lo uso a diario en los embotellamientos y es cierto, no tiene magia, no es que se habra tu camino como moises abrio el nilo, ah pero como libera tu alma!!!!

  10. L’agua (que no es «el agua») electropuraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! L’agua elecropuraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!

    De niño, muchas veces intenté aguantar la respiración, como creo que la aguantaba el chico que nos vendía el agua. A él le debo que en quinto grado mi maestra me haya ridiculizado delante del salón de clases por decir l’agua. Actualmente se sigue vendiendo agua por la calle, pero hoy, nuestros vendedores en turno aprovechan la tecnología para poner una pista musical de fondo a manera de cumbia… y sólo se limitan a tocar la puerta incansablemente con una moneda, mientras contestan una llamada telefónica del patrón.

    • Me emocioné muchísimo recordando el sonido de la moneda tocando en puertas de metal…buena contribución, ¡gracias!

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